Escrito por Teresa Gaztelu González-Camino.
El Amor llega cuando se renuncia a toda posesión, a toda exigencia, a toda expectativa, incluso a toda idea del Amor.
El Amor es libre, luego sólo fluye cuando se le deja el espacio, cuando se practica la libertad.
El Amor no puede darse cuando se le asfixia en unos ideales, en ideas fijas de cómo han de ser las cosas, de cómo ha de manifestarse el Amor en una pareja, de qué ha de hacer cada uno si lo que siente es Amor. No, el amor no se deja contener en una idea, no permite ser capturado en un “debería”: “tú, si me quieres, deberías hacer esto o lo otro”. Todo lo contrario, el Amor es tan rico que en cada persona se manifiesta de un modo genuino. Es necesario dejar que esta genuidad se libere. Sólo así, sólo permitiendo al amante amar a su modo específico, puede el Amor expandirse hasta muy lejos. Imponer al amor ideas fijas es castrarlo, complicarlo.
En el Verdadero Amor una vuelta a la sencillez acontece, pues sólo sabe surgir y desarrollarse en el más sencillo y pleno ser. Esto es: no creyéndose esos modos en que se dice una pareja debe quererse, sino simplemente siendo. Para Amar, sólo hay que ser. El arte de Amar corresponde al tan sencillo pero no fácil arte de dejarse ser quien uno es.
El Amor es Incondicional, esto es, no está condicionado, no se merece ni se desmerece. El Amor se es, y se practica, se deja ser. El Amor no es algo distinto de lo que somos, es lo que queda cuando hemos quitado todas las capas de falsedad, ilusoriedad y complicación que el humano se fabrica y a través de las cuales se vive y vive el mundo. El Amor es lo que queda, es la desnudez, el ser mismo, el meollo. Eso que queda y no puede irse cuando uno ha quitado las capas añadidas: las ideas, los deseos, los proyectos, las identificaciones, los juicios de lo que uno es y de quiénes son los demás…
Cuando se es, se ama; cuando se ama, se es.
Entonces el Amor no puede estar condicionado; no dice: “te quiero cuando haces esto, pero no cuando haces esto otro, no cuando te equivocas”. El Amor es mucho más puro, tan puro que abraza el error, todo lo abarca.
Y es así como creo se ama verdaderamente: viendo al otro como es, no como no es, no falseándolo con las ideas que uno se hace de él, no permitiendo que esas ideas cieguen la mirada de uno. La mirada, la sola mirada es pura, ella ve, y quiere cada vez ver más. Y el Amor, ve al otro y cada vez quiere verle más y mejor.
Así se ama verdaderamente: viendo al otro, comprendiendo al otro, aceptándolo, acompañándole, siendo con él. Sencillamente. No hace falta hacer nada más, forzarse a nada, cumplir con nada. Sólo dejarse ser con el otro y así, de modo natural, se le está amando con la mayor fuerza de que el humano es capaz, es decir, con inmensa fuerza.
Y esto pasa por hacer lo mismo con uno: verse, comprenderse, no imponerse cosas, no juzgarse, no castigarse; respetarse, cuidarse, aceptarse, quererse. Y es que cuando uno aprende el arte de quererse, ya aprende el arte del querer al otro.
Y juntos, son Amor.
No son X y J el ingeniero español y la terapeuta americana. No. Eso no son. No son etiquetas, sino que sencillamente son. Y en este puro ser radica su mayor valor. Y ahí se expande el Amor que son. No necesitan ser más ni nada distinto a quienes son para ser manifestaciones de Amor. Precisamente, necesitan dejar de ser aquellas cosas, dejar de identificarse con aquellas cosas, dejar de vivirse como ellas y contactar con un fondo más puro y originario, para poder manifestar e irradiar el Amor que verdaderamente son.