Padecer y percibir, o cuando el sensible es un insensible

Habría que distinguir padecer una impresión  y percibir la impresión. Así, cuando me irrito, puedo padecer esa irritación, ser determinado por ella, o  bien puedo percibir esa irritación, por un redoble de la sensibilidad. En cierto modo, el “sensible”, en el sentido habitual, carece de sensibilidad: no percibe el afecto que se impone a él, está demasiado pegado, y pegado queda. En cierto modo es ciego, insensible. Mientras que el que es sensible en un sentido riguroso del término puede, al contrario, percibir su propia sensibilidad. En ese sentido distingue su objeto, que es el sujeto de la acción. Ese es el verdadero sensible, véase el hipersensible.

Sin embargo el que solemos llamar hipersensible es en realidad  el insensible que se ignora,  y que remplaza la sensibilidad por la sinceridad (la expresión del padecimiento de la impresión) terminando  por creerse (fijándolo) lo que siente y lo que afirma.

Oscar Brenifier

La via negativa

«La vía negativa es un proceso por el cual la mente trata de alcanzar la verdad sobre su objeto mediante la negación de lo que es y no a través de la afirmación de lo que es. En la dialéctica, el momento negativo es aquel en el cual examinamos críticamente un enunciado a través de la afirmación de su contrario.

En filosofía, entendida como enseñanza y como práctica, hay una tradición, la de Sócrates, Nasruddin Hodja, los cínicos o los maestros Zen, que está más interesada en la interrupción del proceso mental y en alcanzar el silencio que en las explicaciones. La filosofía tiene aquí poco que ver con la ciencia, o con expresarse a uno mismo, y más con una concepción ascética del existir, donde uno demuestra la absurdidad del discurso, común o erudito, y los límites del yo. La toma de conciencia, y la inquietud que la acompaña, se convierten, por lo tanto, en la condición y la sustancia de la verdad, en una suerte de antifilosofía.»

Oscar Brenifier