Habría que distinguir padecer una impresión y percibir la impresión. Así, cuando me irrito, puedo padecer esa irritación, ser determinado por ella, o bien puedo percibir esa irritación, por un redoble de la sensibilidad. En cierto modo, el “sensible”, en el sentido habitual, carece de sensibilidad: no percibe el afecto que se impone a él, está demasiado pegado, y pegado queda. En cierto modo es ciego, insensible. Mientras que el que es sensible en un sentido riguroso del término puede, al contrario, percibir su propia sensibilidad. En ese sentido distingue su objeto, que es el sujeto de la acción. Ese es el verdadero sensible, véase el hipersensible.
Sin embargo el que solemos llamar hipersensible es en realidad el insensible que se ignora, y que remplaza la sensibilidad por la sinceridad (la expresión del padecimiento de la impresión) terminando por creerse (fijándolo) lo que siente y lo que afirma.
Oscar Brenifier