Arquitectura del pensamiento
Proponemos, como marco para pensar, el principio de las antinomias, no tanto como un marco definitivo y limitador, sino como una estructura operativa y dinámica.
En efecto, tanto en la filosofía oriental, en los mitos de las grandes civilizaciones como en la reflexión sobre la vida cotidiana o en la historia de la filosofía occidental desde su aparición en la antigua Grecia, las antinomias parecen estructurar el pensamiento, empezando por el bien y el mal, lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto. Estas antinomias articulan los puntos de tensión a partir de los cuales se enuncian los grandes principios, se plantean las oposiciones fundamentales y se formulan los juicios y las axiologías múltiples que permiten extraer el pensamiento del simple magma incoativo de opiniones e ideas.
De forma extraña (y contrariamente a lo que se podría creer), gracias a estos formalismos categorizantes y simplificadores, el pensamiento pasa de la opacidad y espesor de un amasijo de ideas a una arquitectura que favorece la transparencia y la conciencia de uno mismo.
Igual que hizo la arquitectura gótica al instalar de modo artificial contrafuertes exteriores en puntos precisos y autorizar así perspectivas más ligeras y esbeltas, más estructuradas y menos masivas que su predecesora romana.
De esta forma, nuestro postulado sugiere que el pensamiento no es una acumulación o un amasijo de opiniones relativamente extrañas que se ignoran y se contradicen entre sí, sino una geometría, con sus ecos y sus coherencias, una arquitectura con sus piedras angulares y sus claves de bóveda, una música con sus armonías, trufada de incidentes. Incluso, aunque no siempre ocurra conscientemente, cada funcionamiento intelectual singular o colectivo produce un cierto número de polaridades conceptuales que sirven para organizar lo mejor que pueden la vida del espíritu, a pesar de la inmensidad y pluralidad de las solicitaciones, percepciones, sensaciones, intuiciones y opiniones establecidas, todo lo recogido aquí y allá.
Placer y dolor, el otro y yo, ser y aparecer representan algunas de esas polaridades de las que no podríamos prescindir sin volvernos locos. Es únicamente a costa de un inmenso trabajo psicológico e intelectual sobre uno mismo como algunas grandes sabidurías o esquemas revolucionarios pueden ignorar estas evidencias, como ideal regulador o revelación divina. Si el pensamiento funciona principalmente de manera reactiva produciendo paso a paso formulaciones de manera mecánica para disfrute propio o del vecino, funciona sin embargo dentro de un crisol de categorías, con formas codificadas y ejes específicos. (Texto extraído del libro FILOSOFÍA EN LA ESCUELA PRIMARIA de Oscar Brenifier)
En este encuentro Oscar Brenifier nos mostrará de qué está hecha esa manera de filosofar, a la que la Práctica Filosófica nos introduce como iniciación a un pensamiento riguroso.
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