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“ANAGOGÍA”: detrás de este nombre bárbaro se esconde algo bastante simple: elevar el nivel de una reflexión; subir el nivel de un discurso o de un diálogo.
Este gesto está en el corazón de la consulta filosófica y de los talleres de Práctica Filosófica tal y como los hacemos en el Instituto de Prácticas Filosóficas. Esto es lo que la distingue en primer lugar de una práctica psicológica.
ORIGEN DEL GESTO
Recordemos que escalar hacia la abstracción es el primer sentido de la “razón” para los griegos: la razón sería nuestro sexto sentido, que nos permite ver lo común en la multiplicidad.
Presente a lo largo de la historia de la filosofía y de la teología, “ver lo común” es un gesto fundamental del pensamiento.
Se manifiesta en particular en los diálogos socráticos. Se vincula entonces a la teoría platónica del conocimiento, según la cual el alma que quiere saber se eleva de las sensaciones a las imágenes, al nombre, a la definición, luego a la ciencia y finalmente a las ideas.
Ya lo encontramos en Pitágoras, lo encontraremos en la metafísica de Aristóteles con su ascenso hacia el primer motor inmóvil, y lo encontraremos (de otro modo) en la física estoica, con el ejercicio de la mirada desde lo alto, que nos invita a elevarnos, mediante la imaginación, y ver nuestra vida desde una perspectiva cósmica.
También se encuentra, en cierto modo, en la ciencia, cuando extraemos una teoría a partir de una observación empírica.
En todos los casos, se trata de subsumir hacia un principio unificador.
¿Creamos unión o descubrimos una unión primordial? Siglos de reflexión sobre la cuestión no han arrojado una respuesta definitiva.
Lo epistemológico entra aquí en diálogo con lo ontológico. A pesar de la aparente extrañeza de esta mezcla, la experiencia demuestra que tiene sentido.
MANIFESTACIÓN EN LA PRÁCTICA FILOSÓFICA
En la práctica filosófica, este gesto se manifiesta primero en el simple hecho de pedir al sujeto que conceptualice. Conceptualizar es subsumir un fenómeno en una categoría más amplia.
También puede manifestarse en la búsqueda de causalidad. ¿Por qué quieres esto o aquello? ¿En vista de qué? ¿Por qué dices esto? ¿Por qué estás haciendo esto? Subiendo por la cadena de la causalidad, subsumimos poco a poco y volvemos a una causa, que será reveladora y que será interesante examinar.
Esto también se manifiesta en todo trabajo interpretativo. En PF, es una tarea bastante común, interpretar una obra de arte, una pintura, una pieza musical, un episodio de la vida.
Dejamos la simple descripción de los hechos, una simple autoexpresión, y nos atrevemos a plantear una teoría, una interpretación. Nos atrevemos a DAR SENTIDO. Subimos del nivel de la literalidad a un nivel simbólico.
DIFICULTAD
Lamentablemente, este gesto no es fácil de ejecutar. Es difícil y requiere entrenamiento. Es una práctica, como un deporte o un arte. Por eso nos pide que vayamos contra ciertas tendencias: ir contra el deseo de expresarnos simplemente, el deseo de interpretar de manera asociativa, y sobre todo contra nuestra pereza natural.
SUBIR PRESUPONE BAJAR
Idealistas y místicos estarán inmediatamente de acuerdo con esta idea de ascenso. Arriba es algo «bueno», dirían, abajo es tan vulgar. Pero subir no debe entenderse en un sentido moral. Lo alto no es mejor que lo bajo. El fondo no es peor que la superficie.
El descenso sería más bien la contrapartida del ascenso: un gesto necesario y muy presente en la PF. Saber subir implica pues saber descender.
Podríamos llamar a este gesto: “descenso CATAGÓGICO”.
El descenso catagógico está presente en particular en el cinismo antiguo que critica fuertemente el pensamiento abstracto en favor de la evidencia de los hechos. Es lo que se desprende, por ejemplo, de la crítica de Antístenes a Platón, cuando le dice: «Veo hombres particulares, Platón, pero no veo al Hombre».
Este gesto lo encontramos también en la fenomenología: se trata entonces de llegar a las cosas mismas. Despojar a la realidad de su significado predeterminado. Reflexionar sobre la singularidad e irreductibilidad de un fenómeno.
Ver que MI muerte no es LA muerte, por ejemplo.
Ver que el significado de MI vida no es el significado de LA vida.
Ver que ESTE cuadro no es EL cuadro.
Ver que ESTE amarillo en particular no es EL amarillo en general.
Esto es lo que ponemos en práctica en los talleres de interpretación. Cuando una interpretación parece desprenderse del objeto interpretado, se le pide al sujeto que vuelva a las sensaciones, a las percepciones, y que describa lo que ve, lo que escucha. Se le pide que no se conforme con un sentimiento vago, sino que describa percepciones precisas en las que se pueda basar la interpretación.
Cualquier abstracción debe basarse en hechos.
CONCLUSIÓN :
Para concluir, diremos que lo importante no es subir o bajar. Lo importante es el gesto: la capacidad de moverse a lo largo de la escalera en un sentido anagógico o catagógico. Lo importante es ser libre en tus movimientos mentales, y no quedarte bloqueado a un nivel de reflexión.
El Ideal sería la doble perspectiva: ver un fenómeno desde lo singular y lo general al mismo tiempo. Desde lo alto y lo bajo, al mismo tiempo. Ver lo común en lo múltiple y lo múltiple en lo común.
Así como la práctica filosófica nos invita a poder cambiar de idea, de perspectiva, nos invita también a ser libres de cambiar de nivel. La plasticidad garantiza nuestra libertad de pensamiento, y nuestra libertad de pensar garantiza nuestra libertad existencial.
Te invitamos a una sesión de consulta filosófica para que veas un ejemplo sobre el que podrás plantear cuestiones que te interesen para aclarar o profundizar en esta práctica filosófica que se realiza entre dos individuos que entran en un tipo de diálogo socrático. Oscar Brenifier tomará el papel del filósofo Sócrates que con sus preguntas ayudaba a la profundización, comprensión y al ensanchamiento de perspectivas de su interlocutor.
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