La Música en la Práctica Filosófica

de Mercedes García Márquez

Argenteuil, 17-18 de enero de 2015, durante un seminario de Práctica Filosófica en el Institut de Pratiques Philosophiques hemos hecho una aproximación filosófica a las artes: Pintura, Teatro, Foto y Música.

Dos participantes presentamos un taller sobre música. Antes que yo Isabelle Millon nos hizo su propuesta de reflexión sobre la música: Nos hizo escuchar dos piezas (Haendel y música Sufí) y pidió elegir entre las dos y escribir el argumento que sostenía la elección. Después se le pasaba la hoja al compañero de la derecha y éste debía encontrar algún problema u objeción. Profundizamos  en las razones. La problemática que más tiempo nos llevó fue la de la subjetividad del juicio y si esto lo hacía irrefutable y la de la posibilidad de hacer un juicio objetivo sobre la música y el arte en general.

El surgimiento de este problema fue muy oportuno para poder plantear mi propio taller sobre música basado en la metodología de MUSICOSOPHIA y aprovechando la dinámica de la PRÁCTICA FILOSÓFICA. Esta fusión se convierte en un modo de investigación activo sobre una pieza musical que pone en práctica unos instrumentos conceptuales para hacer un acercamiento plurifacético de la pieza musical: desde el acercamiento fenomenológico al de la conceptualización, desde el experiencial al análitico y siempre con el cuestionamiento como instrumento y el diálogo como medio de reflexión realizada en común.

Plantee el taller en cinco etapas de trabajo que en la Práctica filosófica siempre son muy lentos, muy detenidos, reflexionando sobre cada cosa. Agradezco especialmente a los organizadores que me dejaran prolongar mi taller hasta 2h 30 mn.

En la primera les hice escuchar la pieza con los ojos cerrados y primero vimos cuál sería la razón por la que cerrar los ojos mejoraría la escucha. Y después de la audición  les pedí escribir un concepto que estuviera en relación con lo que habían oído.

En la segunda etapa, les hice tararear, y vimos el efecto de tararear, la dificultades para bien y para mal y para algunos la imposibilidad.

En la tercera les pedí que eligieran cuál había sido el modo que les había acercado más a la música escuchada,  si adjudicarle un concepto o tararearla. La sala estuvo dividida más o menos al 50%. Se expusieron las razones que fueron profundizadas con preguntas.

En la cuarta etapa, se volvía a escuchar la pieza tratando de buscar criterios que nos permitieran analizar la pieza, distinguir elementos, discriminar partes.

Tomamos nota: definición/indefinición, los diferentes instrumentos, la melodía y el fondo, frases y repeticiones. Que fueron aclarados y cuestionados, especialmente el de las frases, término en el que nos detuvimos bastante para ver cómo era eso de la frase en música. Salieron a relucir  varias cuestiones relacionadas (entre otras si la música siempre tenía frases y repeticiones o no, salieron a relucir algunas músicas que no son así como el freejazz)… alguien quiso sustituir el término «frase» por «motivo», otros decían que motivo era demasiado instantáneo que «frase» le iba mejor porque se daba más en el tiempo. Y aunque costó dar algunas vueltas alguien al final verbalizó que la frase se formaba con un silencio delante y otro detrás. Al menos ese era suficientemente claro y operativo  para poder aplicarlo.

Y así lo hicimos en la quinta etapa, en la que procedimos a una nueva escucha de la pieza (el Allegro de Les petits riens de Mozart) buscando aplicar el criterio de la distinción de las frases y nombrarlas con letras para poder identificar las repeticiones.

JM se prestó a exponer su trabajo en el que había  contemplado  unas divisiones extremadamente precisas, (a,b,a,c,d,e,d,e,a,c´) división que dejó conformes a la mayoría, menos a una particpante que decía que estaba demasiado troceado y se perdía el sentido más unitario que era A,A,B,A. Esta nueva propuesta dió pié a hablar de separaciones como «comas» y separaciones como «puntos». ..y yo me limitaba a devolver al grupo si les parecía bien o si tenían alguna crítica. Fue impresionante como surgía del grupo todo un estudio musicológico a partir de la pura atención al fenómeno y la reflexión sobre él.

Disfruté muchísimo, y ellos también. No todo el rato fué fluido hubo momentos de atasco pues el animador filosófico no se debe dejar vencer por la tentación de resolverles las cosas y debe hacer que sean ellos los que busquen la salida … a base de preguntas es como nosotros avanzamos, si avanzar se puede llamar a ese paso lento y a veces dificultoso en el que nos paramos a cada obstáculo para examinar su importancia y su efecto. No deja de ser una buena escuela de paciencia y por tanto de humildad. El premio es un aprendizaje con buenas bases, y que te da autonomía individual y también ganas de seguir  compartiendo con los demás los procesos de investigación.

Ho´oponopono, un concepto interesante.

Esta palabra de sonido divertido es un interesante concepto. La Wikipedia lo define como el arte hawaiano muy antiguo de resolución de problemas basado en la reconciliación y el perdón.
Lo que me gustaría destacar es la enorme cantidad de significado que la sola pronunciación de esta palabra puede llegar convocar.
La construcción de la palabra consiste en el prefijo ho´o que sirve para convertir en verbo al sustantivo “pono” cuyo significado es tan vasto que prácticamente incluye todas las bondades imaginables: «bondad, rectitud, moralidad, cualidades morales, procedimiento apropiado o correcto, excelencia, bienestar, prosperidad, beneficio, condición verdadera o natural, deber, adecuado, propio, justo, virtuoso, equitativo, beneficioso, exitoso, en perfecto orden, preciso, correcto, facilitado, aliviado, deber, necesario.»
Lo de la duplicación de “pono” en “ponopono” … es un misterio… quizás responda a que los hawaïanos no tienen temor a resultar insistentes…

El diccionario hawaiano nos dice que Ho´oponopono se refiere a “higiene mental: conferencias familiares en donde las relaciones se corrigen a través de la oración, discusión, confesión, arrepentimiento, compensación mutua y el perdón».
Una buena práctica que no se encuentra en muchas culturas.

ESA COSA FILOSÓFICA LLAMADA TALLER O WORKSHOP

Escrito por Mercedes García Márquez

El nombre de “taller” (workshop en inglés) nos remite a un trabajo esforzado, a menudo físico, porque en su planteamiento no hay reparos en decir que hay que ponerse “manos a la obra”, hay que trabajar(selo), hay que esforzarse en cumplir con unas instrucciones, hay que someter el producto de tu trabajo al cuestionamiento de los demás participantes y hay que contemplar la posible necesidad de autocorrección. Suena ortopédico y… lo es. En un taller hay un disparo de salida con unas instrucciones precisas, un desarrollo y un remate final que recoja el fruto del proceso. Los que hayáis visto la película “Sólo es el principio” habréis podido observar una curiosa ocurrencia de la maestra: cuando va a dar comienzo al taller de filosofía ella enciende una vela y cuando éste llega a su fin la apaga. Así marca con un gesto la entrada y la salida de un territorio que tiene sus reglas. Sócrates, con la naturalidad del filósofo maduro y genial, las imponía a sus interlocutores en un “aquí te pillo y aquí te pregunto”, algo que no en vano le costó la acusación de enemigo del pueblo y finalmente acatar la muy civilizada invitación a beberse la cicuta que le impediría de una vez por todas seguir haciendo preguntas, al menos a los que quedaban en este mundo. A los filósofos menos maduros, menos geniales y menos suicidas nos viene muy bien la complicidad de las personas que participan en un taller de práctica filosófica, es decir que conozcan unas mínimas bases y que estén dispuestos de antemano a ejercer una crítica radical sobre el  pensamiento que tan a menudo confundimos con nuestra más íntima esencia.

La palabra “taller” nos remite a un lugar de trabajo; el nuestro, de hecho  se acerca un poco al de los herreros; trabajo el suyo que nos ofrece una imagen paradigmática: un obrero que forja instrumentos con otros instrumentos que a su vez han necesitado ser forjados por otros instrumentos. Esta es una idea de Spinoza cuando dice que nuestras ideas se forjan con ideas, tanto como una lanza se forja con un martillo y éste a su vez con una piedra.

¿Cuál es la materia que se somete a la forja filosófica? Se podría señalar sin dudar que la principal es el pensamiento, pero eso nos lleva a decir que, inevitablemente, trabajamos sobre nosotros mismos. Si en filosofía aprendemos a distanciarnos de nuestras ideas para discriminarlas, sopesarlas, evaluarlas, también aprendemos que al tomar conciencia de eso nos cambia la vida. Es decir transforma nuestra percepción de nosotros mismos y del mundo. Nuestras ideas y nuestras palabras no son nuestra identidad más profunda pero sí son un poco como nuestro carnet de identidad, esa carta de presentación de nuestra singularidad. Conocer el perfil y las huellas dactilares que ofrecemos cuando presentamos  nuestro pensamiento es una tarea  larga y trabajosa que tiene sus buenos frutos.

¿Porqué hacer talleres y no otra cosa filosófica?

Porque es el modo de crear una estructura clara en dónde pueden descansar las indagaciones. Puede haber toneladas de genio y de ingenio en la vida, en las conversaciones espontáneas de café, de ascensor o subidos a un andamio, pero ninguna de ellas se plantea la función pedagógica de parar a cada dificultad, de cuestionar lo que no se entiende, de subrayar el hecho de estar usando bien o mal una herramienta de pensamiento, de llevar hasta el final una idea, de apoyar tu elección en argumentos claros, de hacerse consciente de qué modo las palabras que salen de tu boca llegan al entendimiento de tu interlocutor. En fin, todo un entramado de elementos de los que sólo si “paramos el mundo” podemos observar cómo se entretejen, nos estructuran o nos sostienen, algunas veces de mala manera. Esto último, por cierto, bastante doloroso de observar. Pero qué se le va a hacer… nadie dijo que ser humano iba a ser fácil.

Cómo me he referido a la película “Solo es el principio” me veo en la obligación de mencionar que, teniendo ciertas virtudes, no es un buen ejemplo de taller de filosofía. Entre sus virtudes está la impecable buena voluntad de una maestra que no estando formada para el trabajo filosófico con niños tiene el buen gusto de no aleccionarles o adoctrinarles a cada expresión del pensamiento infantil. Pero por otro lado vemos que a penas interviene para hacerles profundizar en lo que dicen, nos encontramos con el vicio principal de este tipo de iniciativas: que por no interferir en su libertad de expresión lo que obtenemos es un intercambio de monólogos que además adolecen de una mínima confrontación con las exigencias de un pensamiento eficaz. Y no estamos diciendo que querríamos que esos niños se expresaran como Salmerón, sino que al hilo de sus hallazgos de pensamiento vayan sabiendo qué están haciendo: encontrar palabras que precisan, usar el ejemplo como prueba o explicación, hacerse conscientes de que no se estaría objetando si no se dice porqué, observar contradicciones….

Los talleres de práctica filosófica tienen fuertes raíces en el movimiento de Filosofía para Niños porque la necesidad de crear un pensamiento autónomo y libre nos remonta a los primeros años de nuestra existencia. Allí donde los más románticos dicen que somos más filósofos, porque nuestro asombro no ceja y donde los más prácticos ven que está el momento en el que se empiezan a forjar nuestras herramientas de conocer y de comportarnos. Un referente fuerte por lo que respecta a los Talleres es el filósofo práctico Oscar Brenifier que hace del trabajo en grupo, un lugar para un fuerte compromiso individual, a cualquier edad desde los 3 a los XL años. Os invito a conocer en sus páginas y en sus videos, ejemplos de lo que son los talleres de práctica filosófica y sus diversos formatos.