Propuesta de utilización de las herramientas de la práctica filosófica para tertulias, cafés filosóficos, diálogos públicos.

Este texto lo redacté para presentar ante los miembros de una tertulia que venía funcionando desde hacía años, una propuesta de sesión que pudiera encajar en su actividad pero que se pudiera servir de las herramientas de la Práctica Filosófica. La sesión la animé hace unas semanas y la verdad es que me sorprendió lo bien que se adaptaron… a veces parece que la impulsividad en el habla va a ser algo insuperable… pero no…

1 – Las normas no son muchas:

Mantenemos el micrófono apagado y levantamos la mano para pedir la palabra, preferiblemente después de que haya terminado de hablar el que está en el uso de la palabra.

La animadora del taller decide a quien da la palabra para seguir con un hilo el intercambio: o bien para comprender lo dicho o bien para cuestionar lo dicho.

Marcamos diferencia entre entender y no estar de acuerdo.

Para atenerse a este funcionamiento la escucha del otro es fundamental. Estas normas, obviamente, redundan en un ritmo más lento. Lejos de ser un inconveniente propicia un intercambio más sosegado e invita más a pensar.

2 – El contenido temático varía en cada sesión. El que  planteo para esta sesión es si tiene o no sentido tener empatía intelectual hacia el adversario político.

3 – Los cauces de una discusión racional se basan en algunas competencias propias del pensamiento y esos cauces son a los que se atiene la animadora de un taller, haciendo en la medida de lo posible pedagogía de esos cauces y examinando las dificultades para que se den:

La diferencia entre argumento y posicionamiento. Los argumentos son las razones que apoyaría un posicionamiento racional. El posicionamiento puede ser la conclusión de esas razones o en el caso de no atenerse a razones se trata de la concreción de una postura, más o menos voluntarista que desconoce las razones que subyacen.

Realizar preguntas, también exige un fundamento. La pregunta es una interpelación, busca razones y podría también analizarse desde un punto de vista racional: podríamos ver cuáles son sus presupuestos.

La conceptualización: poner nombre a las cosas ayuda para la claridad del pensamiento, para fijar hitos a los que volver y profundizar.

La problematización. Es la competencia más avanzada y consiste en encontrar las grietas del discurso y ponerlo en cuestión.

La diferencia entre crítica interna y crítica externa. La crítica externa es la que hacemos a un discurso desde afuera de ese discurso. Es decir oponiéndole ideas que consideramos más valiosas. La crítica interna es la que podemos hacer encontrando incoherencias o lagunas dentro de un sistema de pensamiento.

4 – Para ubicarse en significados explícitos de lo que puede ser llamado “racionalidad” expongo, muy resumidas,  tres acepciones que Richard Rorty le da al concepto, y que me parece que son significativas para entender una progresión en cuanto a profundidad y complejidad:

Racionalidad 1: como la HABILIDAD de enfrentarse al medio,  capacidad de supervivencia o “razón técnica” – Es éticamente neutral dado que no ayuda a decidir a qué cultura sería mejor pertenecer. No hay jerarquía de valores. Podría llamarse también RAZON INSTRUMENTAL.

Racionalidad 2: como ingrediente extra o lo que diferencia al  humano: sus fines son distintos a la supervivencia que caracteriza al instinto animal. Esta racionalidad establece una jerarquía evaluativa: puedo incluso llegar a valorar como preferible la muerte frente a la opresión, la esclavitud, u otras situaciones consideradas indignas. Va más allá de ajustar medios a fines. Tiene que ver con el compromiso con VALORES.

Racionalidad 3: como tolerancia de las diferencias, es decir, con la capacidad de no perturbarse por ellas respondiendo agresivamente. Está relacionada con la voluntad de transformación, de CAMBIO. Consiste en tener confianza en el diálogo. Saber vivir y dejar vivir. En Hegel es cuasi sinónimo de libertad en la medida que requiere no aferrarse a las ideas. Su característica es la consideración del otro, la EMPATÍA intelectual.

¿Preguntar es agredir?

La experiencia nos dice que cuando preguntamos lo que obtenemos, en el peor de los casos, es una  reacción de rechazo, y en el mejor, una respuesta parcial. A mitad de camino de los  dos  extremos estaría la no-respuesta o el clásico escaqueo. Por ello es legítimo plantearse  la cuestión de la violencia inherente a toda pregunta.

En efecto, una  pregunta es una triple exigencia hacia el cuestionado: exigencia de que dé  una respuesta, que la respuesta responda a la pregunta y no a otra, y  finalmente que esa respuesta contenga un posicionamiento claro y un argumento que permita darle un  asiento, un fundamento que pueda satisfacer el reto lanzado por la pregunta. 

Para escapar a estas exigencias, a menudo excesivas para nuestro ánimo o nuestra mente, las estrategias son  numerosas. «Cuestionamiento» es un término que popularmente nos remite a la búsqueda de culpables. En él resuenan el cuestionamiento policial, la tortura o la simple inquisición de una madre preocupada. Un fondo «cultural» que nos pone en guardia. 

Es menos popular la sintonía con un diálogo investigador que  desde Sócrates es un arte filosófico y el mejor medio para poner  las almas a prueba para sí mismas, probar su coherencia interna y  externa, elaborar el sentido común, el de la sensatez, trabajar la universalidad y  descubrir a los otros. 

Dibujos de Saul Steinberg

¿Qué significa la práctica cuando hablamos de filosofía?

Hay un aspecto bien conocido del concepto de práctica en filosofía que es el inaugurado por Kant para diferenciar razón práctica de razón teórica.  Es una distinción que acotó el campo de la ética que es allí donde la filosofía reflexiona sobre el qué hacer, es decir sobre nuestra praxis y sobre nuestra libertad.

Hay otro aspecto del concepto de “práctica filosófica” que es la del diálogo socrático, ese dialogo entablado por Sócrates cuando se acercaba a un ciudadano cualquiera en el ágora, para producirle un pellizco y sacarle de sus inercias, de unos automatismos mentales que sin duda tenían una función socializadora pero dejaban adormecido el ingenio y la inventiva.

Y finalmente hay un tercer aspecto en el que la práctica filosófica lo que propone es el entrenamiento consciente del pensamiento. Se centra en la observación de nuestro funcionamiento para entender sus luces y sus sombras. Este gesto proporciona conocimiento de quién somos al mismo tiempo que va puliendo los instrumentos de pensar.

En Taller de Prácticas Filosóficas te proponemos empezar por este último aspecto de la práctica filosófica para poder evolucionar hacia el diálogo socrático y la reflexión ética.

Información sobre nuestras prácticas filosóficas aquí:

https://tallerdepf.tilda.ws/introduccionalapf